Hortensio Quijano

Hortencio Quijano: ¿sólo un caudillejo de provincia?
     
    El 2 de septiembre de 1935 denunciaba "una tiranía económica en beneficio de capitalistas extranjeros".
Se llamaba en realidad Juan Hortencio. Había nacido en la estancia "La Ley" a 20
km. de Curuzú Cuatiá, provincia de Corrientes, un primero de junio de 1884. Su
padre Crescencio y su madre Teresa Balaguer. Antepasados tuvo que participaron
en la Guerra de la Triple Alianza. Era de los argentinos que no habían bajado
recién del barco.

Realizó sus estudios primarios en Goya,  los secundarios en el Colegio La
Fraternidad de Concepción del Uruguay y los universitarios en la Universidad de
Buenos Aires, graduándose de abogado en 1908  y en 1909 de doctor en
jurisprudencia con una tesis sobre la Reivindicación.

Regresó a su provincia y se instaló en Goya, donde ejerció su profesión, siendo
abogado del Banco Nación. Se dedicó a los negocios agropecuarios, convirtiéndose
en un importante hacendado, siendo uno de los fundadores de la Sociedad Rural de
Corrientes, y del Banco Popular de Goya, cuyo Directorio integró.

En el ámbito de la política ingresó a la Unión Cívica Radical , y en 1919
integró la fórmula de ese partido a la gobernación de Corrientes que encabezaba
el doctor Miguel Sussini. La provincia había sido intervenida por Yrigoyen en
1917, pero ante el llamado a elecciones, la alianza entre liberales y
autonomistas cuya fórmula estaba integrada por Adolfo Conte y Edmundo Resoagli,
impidió el triunfo del radicalismo.


Ante este fracaso y por motivos personales, su repentina viudez,  se alejó de la
política y se dedicó a la actividad privada. En la selva chaqueña emprendió la
construcción de una vía férrea de trocha angosta, que atravesaba sus campos.
Tarea que le llevó más de diez años, en una ardua lucha contra los obstáculos de
la naturaleza y los intereses de la compañía inglesa La Forestal. Sólo por este
hecho merecería la admiración y reconocimiento de sus compatriotas. La vía
bordeaba el río Bermejo, uniendo la localidad de Lapachito con la de Colonia  
Zapallar  y la realizó entre los años 1923 y 1935. Este ramal pasó más tarde a
manos del Estado, como Ferrocarril Central-Norte. Gracias a ello,  mediante
combinaciones se vinculaba con Resistencia, Presidencia Roque Saénz Peña, Buenos
Aires y Salta, Barranqueras, Metán,  lo que actualmente es imposible. El
objetivo era el transporte de la producción agrícola y forestal, algodón y
rollizos de quebracho hacia la fábrica de taninos de La Verde. También cumplió a
partir de 1934 con el servicio de correspondencia y poco después con el de
transporte de pasajeros.

También en el Chaco presidió la Sociedad Rural de Resistencia. Felix Luna en su
ilustrativa crónica sobre "El 45", nos deja una sugestiva semblanza de nuestro
personaje. Dice así:"Quijano era el típico "rubichá" correntino, el patrón a la
antigua,
despótico y paternal, arbitrario e imprevisto. Un siglo atrás hubiera podido ser
un caudillo jordanista, violento, ecuestre, chinetero. Sus bigotazos y su
desprolija melena le daban un aspecto anacrónico, acentuado por el cuello
"Palomita" que solía usar por entonces.

Vestía siempre de negro: sus amigos aseguraban que cargaba luto permanente por
su primera mujer, una de las más bellas niñas de la ciudad de Goya. En
Corrientes no había nunca conseguido ascendiente político: fue candidato a
gobernador en una disidencia antipersonalista, en la década del 20. Después sus
comprovincianos lo hicieron delegado invariable al Comité Nacional y allí intimó
con Alvear, que apreciaba sus originalidades.

La oposición intentó ridiculizar a Quijano y aun subsiste de su persona una
imagen excéntrica. En realidad era una figura muy interesante: había construido
un pequeño ferrocarril para su estancia en el Chaco, luchando a brazo partido
con los poderosos intereses de la Forestal, y el mantenimiento de esa aventura
empresaria lo tuvo año tras año al borde de la quiebra. Todo el litoral sabía
que para ser protegido de Quijano bastaba caer a su estancia y pedir trabajo
alegando deber varias muertes. El mismo Quijano solía contar que una vez llegó
un correntino de aspecto insignificante; él le preguntó si había cometido algún
delito.-Delitos no, che patrón -contestó el hombre-.

Maté un gringo en Alvear y un brasilero en Curuzú, pero respeto a mi semejante y
no soy robador...Y Quijano estallaba en grandes risas que descomponían su rostro
de cacique toba y terminaba atorándose de tos y escupiendo un semejante gargajo
sobre la más próxima alfombra..."    Este retrato pintoresco de Quijano nos
muestra a un hombre de la patria vieja, un criollo de pura cepa. Era radical
yrigoyenista, por lo tanto no fue antipersonalista. De esta semblanza quedan
pendientes hechos también muy significativos de su participación política, por
los que merece un lugar destacado en nuestra historia, y por los que
paradójicamente ha sido completamente borrado de la memoria de los argentinos.

A raíz de la revolución del 6 de septiembre de 1930 que depuso a Yrigoyen
retornó a la actividad partidaria en momentos en que el Comité Nacional del
radicalismo lo presidía Marcelo Torcuato de Alvear.

Para comprender la actuación de Quijano debemos explicar cuál fue la situación
del partido radical en este período, llamado por José Luis Torres, la década
infame, debido a los sonados casos de corrupción y peculado, descarado fraude
electoral, y  sometimiento a intereses extranjeros. La revolución del 6 de
septiembre de 1930, encabezada por el general José Félix Uriburu, depuso a
Hipólito Yrigoyen. De un nacionalismo antiliberal y conservador, impuso la ley
marcial y el estado de sitio.

Encarceló a los dirigentes radicales confinándolos a Ushuaia, y a  Hipólito
Yrigoyen a la isla Martín García. El único que se animó a defenderlo fue un  
senador radical por Santa Fe, el doctor Armando G.Antille, del que ya
hablaremos. La política represiva contra las organizaciones obreras muestra su
inclemencia con el fusilamiento de dos obreros anarquistas. Se inauguró la
utilización de la tortura, con la picana eléctrica.
En este clima de incertidumbre y violencia, donde se pensaba que el Partido
Radical desorganizado y con su líder preso carecía de apoyo del pueblo, Uriburu
decidió  llevar adelante una experiencia piloto de elecciones en la provincia de
Buenos Aires, confiando en un fácil triunfo sobre el radicalismo. El 5 de abril
de 1931, se realizaron las elecciones pero sus predicciones fueron equivocadas
porque  triunfó el binomio radical Honorio Pueyrredón- Mario Guido. Este fracaso
del plan político llevó al gobierno a la suspensión del Colegio electoral y la
posterior anulación de las  elecciones.

Al regresar  Alvear  de París el 25 de abril de 1931 presidió el partido,
mientras seguía su jefe confinado en la isla Martín García, y logró
reorganizarlo uniendo a dirigentes personalistas como Adolfo Güemes,
H.Pueyrredón, Ricardo Caballero, Francisco Ratto, y antipersonalistas como
Gallo, Ortiz, Mosca, Saguier y Tamborini, a través del llamado manifiesto de la
"Junta del City", hotel donde se hospedaba. La cuestión era por cuál de
los grupos se inclinaría Alvear. En un comienzo fue por el ala yrigoyenista.

El fracaso de la conspiración militar de Gregorio Pomar en Paraná, de la que no
participaron las autoridades partidarias, dio ocasión al gobierno de perseguir a
los radicales, cientos de sus dirigentes fueron encarcelados, (Alvear
deportado). y de paso vetar la fórmula Alvear- Güemes para las elecciones
nacionales de noviembre de 1931.

El que salió beneficiado fue el astuto General Agustín P. Justo, de signo
político opuesto a Uriburu, quien sin proponérselo otorgó la posibilidad de
triunfo a quienes en realidad quería combatir, los liberales. Estos llegaron al
poder  con una alianza de partidos integrada por conservadores, radicales
antipersonalistas, y el socialismo independiente, llamada la Concordancia. Su
fórmula será Agustín P.Justo, Julio A.Roca (hijo). Los socialistas y demócratas
progresistas proclamaron a Lisandro de la Torre-Nicolás Repetto. Los radicales
volvieron a su política de abstención electoral revolucionaria.

El 30 de enero de 1932 el colegio electoral eligió presidente a Justo y vice a
Roca. Se inició así la Década Infame, que duraría hasta la revolución del 4 de
junio de 1943, y abarcaría las presidencias de Agustín P. Justo-Julio A.Roca, y
de Roberto M. Ortiz- Ramón Castillo.

Como última medida Uriburu otorgó el indulto a Yrigoyen  que aunque lo rechazó
queda en libertad. Más de un año y medio estuvo preso, ya anciano, tenía 78 años
cuando se produjo el golpe, y enfermo, soportó con dignidad su destino. Cuando
regresó a su hogar aconsejó a los radicales que apoyaran a Alvear, a pesar de
que éste desde París había hecho declaraciones en su contra.

Podemos dividir en dos etapas la actuación del radicalismo, bajo la conducción
de Alvear. La primera, de 1932 a 1935, en pleno gobierno de Justo,  donde se
mantuvo la abstención electoral, y donde se produjeron revoluciones todas
fracasadas, y todas sin la aprobación de las autoridades del partido. La
segunda, de 1935 a 1943, que se caracterizó por el levantamiento de la
abstención electoral. Esta decisión tuvo funestas consecuencias pues condujo al partido
a la complicidad con el fraude y con los negociados escandalosos que le dieron el nombre
de infame al período.

PRIMERA ETAPA (1932-1935)
La Convención Nacional de abril de 1932 decidió expulsar a todos los afiliados
que aceptaran cargos en el gobierno, defendiendo una postura  intransigente, y
de abstención electoral,  que  condujo a la revolución. Pero gran parte de los
dirigentes no tenían una conciencia revolucionaria, principalmente Alvear. No
así  Güemes, Dellepiane, y  un joven que tendrá gran predicamento más tarde como
Arturo Jauretche.

La revolución, sin embargo, se produjo, sin la anuencia, aparentemente de las
autoridades partidarias, pero fue descubierta y fracasó. Sus jefes fueron el
coronel Atilio Cattaneo, y los coroneles Francisco y Roberto Bosch. Consecuencia
de lo cual se declaró el estado de sitio y cientos de detenciones se realizaron.
Entre los detenidos figuran el mismo Hipólito Yrigoyen, Alvear, Güemes,
confinados en Martín García, otros en San Julián, en la provincia de Santa Cruz.
A Yrigoyen al poco tiempo le permitieron regresar a Buenos Aires debido a lo
delicado de su salud, temerosos de un
desenlace fatal y de la sublevación del pueblo.

El resto de los radicales estuvieron cuatro meses presos hasta que Justo decidió
el levantamiento del estado de sitio y la liberación de los detenidos.
Nuevamente se reorganizó el radicalismo, y reunido el Comité Nacional el 3 de
junio reeligió como presidente a Alvear, y como vicepresidentes a Güemes y
Mosca. Al mes siguiente se produjo la muerte de Hipólito Yrigoyen. Murió
recibiendo los sacramentos de la religión católica, confesión, eucaristía y
extremaunción, y bendición papal impartida por Monseñor de Andrea. Rodeado su
lecho por sus familiares y algunos de sus correligionarios. Sus funerales
duraron tres días, rindiéndolo su pueblo su merecido homenaje. Su familia
rechazó los honores oficiales. Fue un tres de julio de 1933 a las siete y veinte de la tarde.

La política del radicalismo frente al régimen siguió siendo la de la abstención
electoral, pero la abstención por sí sola sin la revolución era estéril. En
realidad le dejó el campo libre a partidos como el socialismo y el demócrata
progresista, que obtuvieron bancas, gracias a la no participación de los
radicales. Por esta razón muchos radicales se inclinaron por el levantamiento de
la abstención, entre ellos Oyhanarte, quien propuso "el sufragio revolucionario"
o "la revolución por el comicio". Pero participar en comicios fraudulentos era convalidarlos.

A fines de diciembre de 1933 se reunió la Convención Nacional en Santa Fe en
donde gobernaban los demócratas progresistas. La cuestión que se plantea es la
abstención o el levantamiento de la misma. El despacho de la mayoría fue
categórico: mantener la abstención intransigente en toda la República. Mientras
se desarrollaban estas deliberaciones, y con absoluta prescindencia de las
autoridades partidarias, ignorantes de todo, la última insurgencia del
radicalismo intransigente se produjo. Sus jefes eran el Tte. Coronel Francisco
Bosch, el mayor Domingo Aguirre y el doctor Benjamín Ábalos. Gregorio Pomar
debía participar también pero quedó retenido en Brasil. Se ocupó Paso de los
Libres y Santo Tomé, comisarías en Rosario y Cañada de Gómez. Pero fueron
vencidos por los efectivos nacionales, y hubo muertos y miles de detenidos en
Capital Federal, Rosario, Santa Fe y el interior. Los convencionales también
fueron detenidos en el buque "Gral. Artigas", aunque se sabía que eran ajenos a
la revolución. El 1 de enero de 1934 quedaron confinados en la isla Martín García.

Se les dio la opción de abandonar el país. Veintidós de ellos optaron por el
exilio en Europa, entre ellos su jefe Alvear, ¿cómo no preferir la vida
aristocrática en París, a la sórdida prisión en el sur? Lisandro Salas, Ernesto
Bavio, Carlos Cisneros, Elías Melópulos, Néstor Aparicio, Manuel Goldstraj,
Florencio Lezica Alvear, fueron otros que eligieron Europa.  Los que prefirieron
la confinación en Tierra del Fuego, veinticuatro en total, fueron entre otros,
Honorio Pueyrredón, Mario Guido, Ricardo Rojas, Cantilo, O´Farrell, Mosca. Era
otra actitud, también muchos de ellos contaban con suficientes bienes económicos
para sostenerse en Europa.

Controlada la situación por la mano dura de Justo, no era necesario recurrir al
fraude electoral en las próximas elecciones de marzo de 1934 para renovación de
la Cámara de Diputados y legislaturas provinciales. El radicalismo se mantuvo en
la abstención, el socialismo triunfó en la Capital federal, en Santa Fe los
demócratas progresistas, en Tucumán triunfaron los radicales concurrencistas. En
el resto del país, conservadores y antipersonalistas.
Ya tampoco era necesario mantener el estado de sitio, los presos fueron puestos
en libertad y los exiliados regresan. Es un hecho repetido. En octubre de ese
año regresó Alvear. Y nuevamente se reúne la Convención Nacional. Aquí se
produjo el punto de inflexión. El radicalismo abandonó la táctica yrigoyenista y
decidió levantar la abstención electoral, el 3 de enero de 1935. Aunque
establecía ciertas restricciones,  a larga no se tuvieron en cuenta y en poco
tiempo se concurrió a todas las elecciones.

SEGUNDA ETAPA (1935-1943)
La conducción de Alvear convirtió al partido radical en un mero organismo para
ganar elecciones. Sólo veía la realidad del país a través del cumplimiento o no
del sufragio universal, era una cuestión que tenía sólo en cuenta el
funcionamiento político formal, pero dejando de lado las cuestiones económicas y
sociales, y no tomando conciencia de la incidencia de factores externos como el
del imperialismo. Para Alvear, como para los
hombres del régimen, no había que oponerse a los grandes poderes
internacionales, negando a los argentinos la posibilidad de una independencia
económica. Por ello la participación en los gobiernos del régimen, no sólo
significó la convalidación del fraude, como el de Fresco en Buenos Aires, sino
también la complicidad con todas las leyes de entrega y negociados que se
realizaron. Pacto Roca-Runciman. Creación del Banco Central, la Chade,
negociados de los frigoríficos ingleses denunciados por Lisandro de la Torre. de
las tierras de El Palomar, de la Corporación del transporte,  política petrolera
que  abandonó la defensa de nacionalización y monopolio del Estado del petróleo
por formas de explotación mixta. Ingreso a la Liga de las naciones.

Alvear creía que no se podía gobernar el país sin la aquiescencia de los grandes
poderes internacionales, sin ver la acción corruptora que ejercían en defensa de
sus intereses y en detrimento de los nacionales. En ello coincidía con el
ministro de la Concordancia Pinedo que decía: "Somos pequeños satélites en la
órbita de las grandes naciones mundiales."

Al respecto sostiene John W. Cooke en "Apuntes para la militancia": "El
radicalismo claudicó ante la invasión imperialista por dos razones: en parte,
porque los defensores del interés británico escalaron posiciones y fueron
copando los altos organismos partidarios; pero esto fue posible, en gran medida,
porque el partido no tenía conciencia del problema imperialista (no tenía
conciencia siquiera de que era un problema). Constantemente los ingleses
extendían su control en los puntos clave de la economía: el
radicalismo no alertó a la opinión, no se escandalizó, no vio que la Nación
estaba siendo desgarrada. Los grupos entreguistas se encumbraron e impusieron
una línea cada vez de mayor acuerdo  con el gobierno conservador: había reacción
interna contra el contubernio" y contra algunos casos flagrantes de
participación en escándalos notorios, pero enjuiciados como transgresiones
éticas y principistas, no como atentados contra la soberanía del país."
Esta coparticipación con el régimen recibió muchas críticas de los viejos
yrigoyenistas que fueron siendo desplazados del partido. Ricardo Rojas y Adolfo
Güemes declinaron sus candidaturas a diputados por estas razonesEn el caso de
Hortencio Quijano, vemos que como delegado por Corrientes ante el Comité
Nacional del partido, tuvo decidida participación en el mantenimiento de una
postura intransigente, cuando ya habían claudicado la mayoría de las otras
provincias. Así en los comicios de marzo de 1938 para elegir diputados en 13
provincias, Corrientes fue la única,  ante lo inevitable del fraude, en negarse
a concurrir a las elecciones, la única en continuar con la abstención electoral.
Hubo sin embargo muchos radicales que formaron grupos opositores a la conducción
alvearista, pero el que más se destacó fue el de Forja, Fuerza de Orientación
Radical de la Joven Argentina, que se constituyó en junio de 1935, bajo la
dirección del doctor Luis Dellepiane, y que integraron entre otros Arturo
Jauretche, Gabriel del Mazo, Homero Manzi, Atilio García Mellid, Oscar Cuzzani,
Conrado Míguez, René Orsi.
Su primer manifiesto del 2 de septiembre de 1935 denunciaba que se había
impuesto en la República " una tiranía económica en beneficio de capitalistas
extranjeros, a quienes se les había acordado derechos y bienes de la Nación
Argentina, y acusó a las autoridades del radicalismo por mantener en silencio
estos graves problemas, por el abandono de la intransigencia histórica con que
sostuvo la soberanía popular contra la
dominación de las compañías explotadoras extranjeras y contra la dominación
política  de las oligarquías internas que sirven a aquellas organizaciones".

"Hoy el Radicalismo está sumido en la arrebatiña en que algunos de sus
representantes subalternizan sus esfuerzos, a la vez que procuran corromper a la
juventud radical, sustituyendo en su mente todo ideal de redención nacional por
la esperanza de enriquecimiento personal a cualquier precio." Para pertenecer a
Forja había que ser afiliado radical. En 1940 se derogó esta condición, y la
entidad entró en crisis. Algunos radicales como Dellepiane aun confiaban en que
se podía cambiar el partido luchando desde adentro. Sin embargo su influjo en la
formación de una conciencia nacional antiimperialista fue enorme.  Con la
llegada del peronismo se disolvió, y la mayoría de sus miembros apoyaron este
movimiento.

El levantamiento de la abstención ocurrió cuando aun no había concluido el
gobierno de Justo. La consecuencia fue el logro de bancas en la legislatura y en
el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires, donde obtuvieron una
representación mayoritaria. En 1936 dichos concejales votaron favorablemente
junto a los conservadores el proyecto por el que se legitimaban los abusos y
transgresiones cometidas por la CHADE, compañía inglesa de electricidad, y se
prorrogaba por 25 años más la concesión.
Alvear ordenó votar favorablemente. La Compañía sobornó a los concejales para
que votaran a su favor. La campaña electoral del radicalismo y la construcción
de la Casa Radical se financió con dineros provenientes de la coima. Alvear
protegió a los concejales chadistas y no se opuso a que fueran promovidos a
jerarquías políticas superiores.

Mientras tanto las mafias, el juego, la prostitución y la inmoralidad se
enseñoreaban en las grandes ciudades del país. En las elecciones de 1938 triunfó
la fórmula de la Concordancia, Roberto M. Ortiz- Ramón Castillo, el primero
radical antipersonalista, abogado de las empresas británicas, el segundo
conservador, en comicios fraudulentos, como los ocurridos en las elecciones a
diputados en las provincias, donde participaron los radicales, avalando el
fraude. La única provincia que se mantuvo en la abstención electoral fue
Corrientes. Su delegado ante la Convención radical era Hortencio Quijano.
Pero no sólo cometieron fraude los conservadores, la corrupción había llegado
también al seno del partido, produciéndose el fraude en las elecciones internas
del partido radical de la capital federal. Era la "trenza radical" que se
beneficiaba con la obtención de canonjías y puestos públicos en la
Municipalidad.
Dos fueron las cuestiones que ocuparon a los líderes radicales durante el
gobierno de Ortiz. La primera consistía en la posibilidad que había abierto
Ortiz  de restablecer la normalidad electoral. Que lo llevó a intervenir la
provincia de Buenos Aires, gobernada por Fresco, ejemplo del fraude más
desembozado. Por lo tanto era preferible esperar a las elecciones generales de
mayo de 1940 y postergar todo debate ideológico y todo tipo de lucha, para
concentrarse solamente en  la obtención de todos aquellos cargos que les dejara
el fraude, ante la creencia de un cambio que se produciría desde las esferas del
poder.
El otro tema se refiere al estallido de la segunda guerra mundial en 1939, que
dividió al país en aliadófilos y germanófilos, siendo los partidarios de la
neutralidad, posición ya sostenida por Yrigoyen en la primera guerra,
considerados como partidarios de Alemania, y acusados de nazis. Alvear, como no
podía ser de otra manera, era apasionadamente aliadófilo. Esta posibilidad que
el abogado de las empresas británicas Ortiz ofrecía a los radicales está también
ligada a las conveniencias de Inglaterra. Sostiene Félix Luna: "Inglaterra busca
fortalecer los lazos con Argentina proveedora de trigo y carnes. Conviene un
gobierno legal y no sostenido por el fraude, y un gobierno radical no resultaba
peligroso a los intereses británicos."
Pero para desdicha de las ilusiones de Alvear, Ortiz enfermó gravemente, era
diabético, y tuvo que pedir licencia, y posteriormente renunciar al cargo de
presidente, falleciendo al poco tiempo, siendo reemplazado por el conservador
Castillo. Las cosas cambiaron.
Con Castillo se volvió al fraude, cometido a favor de los conservadores en Santa
Fe a fines de 1940,  en Mendoza, a  principios de 1941, y en Buenos Aires en
diciembre de 1941. A pesar de estos hechos  y a pesar de las voces de protesta
dentro del partido continuó la colaboración radical con el oficialismo en la
tarea parlamentaria. Pero los concejales implicados en el caso de la Chade
fueron absueltos. En el negociado de la venta de las tierras de El Palomar tres
legisladores radicales fueron cómplices, uno se suicida. Cada vez es mayor el
desprestigio del radicalismo bajo la conducción de Alvear. Y en mayo de 1942
pierde las elecciones en la capital federal a manos del socialismo.
Al poco tiempo muere Alvear, quien abandonando la política yrigoyenista,
convirtió al radicalismo en un partido liberal, pro británico, envuelto en
hechos de corrupción y convalidando el fraude.

La jefatura del partido pasó a Gabriel Oddone de Córdoba, que marcaba la
gravitación del radicalismo cordobés bajo el liderazgo de Amadeo Sabattini, de
un tinte más nacional e intransigente, que había sido gobernador de Córdoba de
1935 a 1940. Aun así para las próximas elecciones presidenciales surgieron dos
posturas: una que propugnaba la unión con otros partidos para enfrentar al
oficialismo, y que no trepidó en propiciar la mismísima candidatura de Justo,
que en enero de 1943 murió, o la de Ramírez, ministro de Castillo. El Movimiento
de Intransigencia y Renovación surgido en Córdoba y del que participaba Arturo
Frondizi, se opuso a la formación de una Unión Democrática (alianza con el
partido Demócrata Progresista y el partido Socialista)propiciando la
proclamación de una fórmula sólo con radicales.

Pero triunfó la postura unionista. La crisis económica mundial a raíz de la
quiebra de la Bolsa de Nueva York en 1929, tuvo importantes consecuencias para
la Argentina, en el plano económico produjo la crisis del modelo agrario
exportador llevado a la práctica por la generación del 80. Nuestro máximo
comprador de cereales y carnes, Gran Bretaña, decidió reducir sus importaciones.
El pacto Roca-Runciman fue una de las medidas tomadas por el gobierno para
proteger los intereses de la clase terrateniente. Junto a la creación del Banco
Central y la Corporación de Transportes se anudaron los lazos de dependencia
económica con Inglaterra.

Pero al disminuir las exportaciones argentinas  hubo menor ingreso de divisas
para importar mercaderías europeas, por lo tanto hubo que pensar en
reemplazarlas desarrollando industrias en nuestro país. A esta
industrialización, se la denominó proceso de sustitución de importaciones
.Debido a la guerra este proceso se intensificó.  Estos cambios económicos
fueron transformando la sociedad argentina. Uno de los fenómenos más importantes
fue el de las migraciones internas. Muchos trabajadores de las zonas relegadas
del interior se desplazaron hacia Buenos Aires y parte del Litoral, donde se
habían localizado las industrias, proporcionando la mano de obra barata que
necesitaban. La composición de la clase obrera, a comienzos de siglo
mayoritariamente extranjera,  cambió a favor de los elementos nativos, que
apoyarán más adelante al peronismo. En los años anteriores a 1943 llegaron del
interior 800.000 personas. Y en ese mismo año el valor de la producción
industrial había superado al de la producción
agrícola.
Dentro de este contexto Castillo tomó medidas que tuvieron un tinte
nacionalista. Durante su mandato se adquirieron dieciséis naves italianas,
cuatro danesas y tres alemanas para la marina mercante nacional, fue
nacionalizado el puerto de Rosario y el gas. En la Conferencia de Río de Janeiro
 de 1942, la delegación argentina mantuvo la política de neutralidad frente a la
guerra mundial, a pesar de la presión de los Estados Unidos que habiendo entrado
en la guerra después del ataque japonés a Pearl Harbor,
buscaba que todos los países de América rompieran relaciones con las potencias
del Eje. Castillo es un caso que merece un estudio más detenido. Dice de él
Félix Luna: "Procedente de viejas cepas conservadoras, desdeñoso de la
democracia, terco y autoritario, Castillo era un nacionalista intuitivo cuya
política se cifraba en dos claves: mantener la neutralidad y no entregar el
poder a los radicales."
Sin embargo Castillo prohijó la candidatura del conservador salteño Patrón
Costas decidido defensor de la causa aliada. En estas circunstancias se produjo
el golpe militar que depuso a Castillo, el 4 de junio de 1943.- La logia militar
GOU (Grupo de Oficiales Unidos) de tinte nacionalista, de la que formaba parte,
el coronel Perón, tuvo una influencia decisiva en la revolución del 43. Dos
fueron sus jefes iniciales, uno por dos días, el general Rawson, y el otro por
casi nueve meses, el general Pedro Pablo Ramírez. Este se vio obligado a
abandonar la postura neutralista frente a la guerra, y decretar la ruptura de
relaciones con las potencias del Eje. Falto de apoyo fue reemplazado por el
ministro de Guerra, el general Farrell. La figura más relevante de su gobierno
fue la de Perón como Secretario de Trabajo y Previsión, que reemplazó al
Departamento Nacional del Trabajo, cargo desde el que llevó adelante una
legislación a favor del obrero, y logró unificar la CGT. Fue además  ministro de
guerra y vicepresidente. Su política obrera y la acumulación de poder pusieron
en su contra a los
partidos tradicionales, radicales, socialistas, conservadores, comunistas, y a
las clases altas, la Bolsa de Comercio, la Unión industrial, los ganaderos, la
prensa,  quienes contaron con el apoyo del embajador de Estados Unidos, Braden y
a ciertos grupos en el ejército. Finalmente lo deponen y lo envían preso a
Martín García.
Sin embargo dentro del radicalismo yrigoyenistas Perón encontró adeptos, y el
gobierno de Farrell cuando fueron desplazados los nacionalistas más
recalcitrantes, formó un gabinete con hombres de esa corriente. Armando
G.Antille, ministro de Hacienda, Juan I. Cooke, de Relaciones Exteriores y
Hortencio Quijano de Interior, quien reemplazó al general Perlinger opositor de
Perón. Fue por el brevísimo tiempo de tres meses, de agosto a octubre de 1945.
Esto les valió ser expulsados del partido.
Quijano se propuso buscar adeptos radicales hacia el gobierno de facto, pero sin
mucho éxito, pues era un poco un salto al vacío, y conllevaba el ser considerado
traidor por sus correligionarios. Félix Luna transcribe un discurso de Perón ,
ya presidente electo, en mayo de 1946, donde nos relata como inició los
contactos con Quijano. "Hace un año y ocho meses se trataba de dar orientación
política a la revolución. Buscamos darle la orientación del viejo Partido
Radical que se había mantenido puro en los últimos quince años. Así procuramos
formar una fuerza en ese sentido dentro del gabinete, pero debíamos librar una
verdadera batalla dentro del mismo e hicimos luego un acercamiento con hombres
del radicalismo. Comencé a hablar con políticos de nuestro país y, después de
eso, tras muchas conversaciones con los más capacitados, me tocó elegir al que
debía ocupar el Ministerio del Interior.

Fue el doctor Quijano, con quien conversé por tercera vez en el despacho del
Ministerio de Guerra. Confieso que no había encontrado político más identificado
con el pensamiento revolucionario." Perón intentó también atraer a uno de los
más relevantes radicales, el dirigente cordobés y gobernador de esa provincia
Amadeo Sabattini, pero sin éxito. Perón, en una entrevista en el despacho del
administrador de Ferrocarriles del Estado, mayor Juan Cuaranta, le ofrece que el
radicalismo ocupe todos los cuerpos electivos del próximo gobierno, de
vicepresidente para abajo, con la condición que el candidato a presidente fuera
propuesto por el ejército. Sabattini quedó en contestar, cosa que no hizo. Su
postura era que el candidato a presidente tenía que salir del radicalismo.

El comentario de Perón ante sus colaboradores, según cuenta Félix Luna, fue:
"¡Este Sabattini no entiende nada y su cerebro cabe en una caja de fósforos!"   
Y en un relato de la entrevista sostiene: ...no me pude entender con él: era
totalmente impermeable. Era un hombre frío que no tenía ninguna posibilidad de
entrar en una cosa como la nuestra...Él estaba en los viejos cánones....era un
hombre que estaba con las fórmulas viejas; y en primer lugar él estaba ...¡con
Sabattini!
Por su parte este admirado dirigente radical por el autor del libro citado
consideraba al gobierno de facto como: "una dictadura fascista regenteada por
los jesuitas eso no lo duda nadie ni lo he dudado desde la primera hora".   Era
imposible que ante ese juicio pudiera acercarse a Perón. Sabattini, consideraba
un contubernio una alianza con los conservadores y más aun con los comunistas.
El aconsejaba la alianza con las otras fuerzas democráticas solamente para
voltear al gobierno militar, paro luego presentarse con banderas y candidatos
propios a las elecciones. Sin embargo a pesar del respeto y admiración de muchos
de su partido no pudo imponer sus ideas.
La mesa directiva de la UCR, siguiendo la tradición alvearista, apoyó la unión
con las restantes fuerzas opositoras: los conservadores, los socialistas, los
demócratas progresistas y los comunistas, dando origen más adelante a la Unión
Democrática, que contaba con el público apoyo del embajador de Estados Unidos,
Spruille Braden. Era el contubernio oligárquico-comunista. De ella dirá Belloni:
"olla podrida donde se encontraba de todo, desde las olímpicas damas de
beneficencia hasta embajadores extranjeros."
Sin embargo es interesante conocer cuáles fueron los argumentos de aquellos que
se acercaron a Perón, al que consideraban un continuador de Yrigoyen,  ante la
claudicación del partido, que los consideró colaboracionistas y los expulsó.
Un miembro de la convención nacional de la Unión Cívica Radical, el doctor
Antonio Lilué, presentó al comité central del partido un proyecto de declaración
 el 3 de agosto de 1946, por el cual sostenía que el partido radical, "demócrata
de masas, nacionalista y argentinista, reafirma los postulados de  justicia
social, recuperación económica y soberanía nacional, ante el peligro inminente
que representa la conjunción de las fuerzas reaccionarias, nacionales e imperialistas ... apoya al gobierno del general Juan D. Perón, en  tanto no se desvíe de esos propósitos...No apoyar la obra de
gobierno, por la cual hemos estado luchando durante tantos años, porque no haya
sido efectuada por un gobierno surgido del seno de nuestro partido, significará
haber realizado la mayor traición al pueblo y al partido."
El proyecto no fue considerado y el autor fue expulsado del partido. Lo mismo le
ocurrió a Quijano, Antille y demás participantes radicales del gobierno
revolucionario. Los sucesos de octubre de 1945, que marcaron el comienzo de una
nueva época en la historia argentina, no son tema de este artículo. Sólo haré
referencia a la actuación que le cupo a Quijano como ministro del Interior en
esas cruciales circunstancias, en las que permaneció en su cargo, mientras otros
renunciaban , y defendió a Perón todo lo que pudo.
En la reunión en Campo de Mayo que tuvo el general Farrell con el jefe del
regimiento el general Avalos, y demás oficiales, donde se le exigió el
alejamiento de Perón de todos sus cargos, estaba presente también el ministro
Quijano. Este fue el encargado de comunicar a la prensa lo sucedido, pero
presentó los hechos de tal modo, que la defenestración de Perón quedaba como un
espontáneo renunciamiento con el objeto de facilitar el próximo llamado a
elecciones para el 7 de abril de 1946, con el que se había comprometido el gobierno. Mientras tanto Sabattini, "el único dirigente opositor que en ese momento entendía el país", según Félix Luna, llegó a Buenos
Aires llamado por el general Ávalos, en tratativas para formar una eventual
fórmula Sabattini-Ávalos, comprometiéndose a rodear con radicales yrigoyenistas
al gobierno de facto, en caso de que Perón fuera desplazado.
Perón había expresado a sus íntimos, según cuenta Eduardo Colom: "Todo esto es
cosa de ese tanito de Villa María... Lo ha enloquecido a Ávalos. Le prometió la
Vicepresidencia y ese irresponsable ha jugado el destino de la Revolución."
Perdió una oportunidad histórica, como le señalaron oportunamente tanto Frondizi
como Jauretche, quienes le aconsejaron que aceptara el ofrecimiento de Ávalos
para evitar que volvieran los conservadores. Ello se debió a una interpretación
equivocada de la realidad. Pensaba que Perón, ya detenido en Martín García,
estaba terminado.
La cuestión fue que Sabattini y los que integraron la Unión Democrática no
imaginaron ni comprendieron la significación del 17 de octubre, y el
protagonismo que tuvo un elemento con que los radicales creían contar, y que a
los conservadores no les interesaba contar: el pueblo.
Ese pueblo que cambió la historia ese 17 de octubre de 1945 aclamaba a Perón en
la plaza con cánticos fervorosos, y entre ellos uno también dedicado a nuestro
personaje: "¡Perón encontró un hermano, Hortencio Jota Quiijano!"Ahora había
llegado el momento de la preparación para la lucha electoral, una lucha bastante
desigual, teniendo en cuenta la coalición de fuerzas e intereses que debía
enfrentar, a pesar del apoyo evidente del gobierno de facto. La Unión
Democrática con su fórmula de la bosta, como la llamaban los muchachos
peronistas, "Tambo, orín y mosca", fórmula antipersonalista, tenía como lema de
campaña: Democracia contra nazifascismo, como contrapartida Braden o Perón,
cuatro palabras que sintetizaban dos formas diferentes de comprender la realidad
nacional.
En octubre de 1945, radicales yrigoyenistas constituyeron la Junta
Reorganizadora de la UCR, con dos delegados por distrito presidida por Quijano,
que luego pasó a denominarse Junta Renovadora. Hubo una reñida puja entre
Antille y Quijano por la postulación a la vicepresidencia de la que salió
triunfante Quijano por aclamación, método según Luna no reglamentario. Además de
los radicales yrigoyenistas, apoyaron a Perón el Partido Laborista de Cipriano
Reyes, del que Perón fue su primer afiliado, los nacionalistas, los forjistas, y
también algunos conservadores y socialistas.
Hay en Félix Luna, quien refleja la actitud de los antiperonistas o gorilas como
el mismo reconoce que fue en su juventud, un juicio no sólo peyorativo sino
también erróneo sobre Hortencio Quiijano. El juicio erróneo, que lleva implícito
un tiro por elevación a Perón, es el de considerarlo como un alvearista. Perón
sólo podía tener afinidad con los radicales de tradición yrigoyenista, como lo
fue en realidad Quijano. Su militancia en el radicalismo de Corrientes fue
durante la primera presidencia de Yrigoyen, donde integró la fórmula radical
para gobernador de la provincia que fue vencida. Luna sostiene erróneamente que
era una disidencia antipersonalista, cuando ésta surgió después, durante la
presidencia de Alvear. En ese tiempo Quijano se dedicó a la actividad privada.
Participó nuevamente de la política partidaria, luego de la caída de Yrigoyen,
durante la jefatura de Alvear, pero eso no significa que fuera antipersonalista
o alvearista. Vimos como Corrientes se mantuvo en la abstención electoral, ya
abandonada por el partido, cuando Quijano era delegado de dicha provincia ante
el Comité Nacional.
Por eso consideramos una interpretación falsa o mal intencionada cuando dice:
"...los radicales de la Junta Renovadora...sólo podían aportar la exaltación de
la tradición yrigoyenista, lo que en muchos casos resultaba insincero como
ocurría con Quijano, que siempre fue alvearista." Para completar su
desvalorización de esos radicales que se jugaron por Perón, en un momento nada
fácil, sostiene: "Los nacionalistas podían portar
a su campaña el ingrediente intelectual que no podían darle los caudillejos
radicales de Quijano ni los dirigentes sindicales"  . Creo que Félix Luna los
subestima.
En febrero de 1946 se realizaron las elecciones y triunfó la fórmula peronista.
Otra visión de Quijano daban los primeros peronistas de entonces. El periódico
"Oratoria, una voz llana y lisa del pueblo que no se vende", vocero del Centro
de Oradores Juan D.Perón", dirigido por Atilio Pingitore, en su N°1 del 4 de
junio de 1946, retrata al vicepresidente de la Nación de la siguiente manera:
"Identificado con la Revolución desde el primer momento,....puso no sólo su
energía extraordinaria al servicio de la "Causa", sino también su lucidez,
serenidad, su inteligencia y hasta vertió en ella toda la magnanimidad de su
corazón gaucho y patriota.

Verdadero piloto de tormenta, como se le dio en llamar, el doctor Quijano ha
sido una revelación para el país. ...Confiémos en él, augurémosle en la nueva
etapa de la Revolución, que el acierto lo premie y lo distinga ante Dios y la
Patria." pág.4
En el ejercicio de la vicepresidencia presidió la misión especial argentina a la
transmisión del mando presidencial en Chile, donde fue distinguido con la Gran
Cruz de la orden del Mérito de ese país. De acuerdo con la política de Perón de
integración hispanoamericana, se destacó en la profundización de las relaciones
con Brasil para crear el ABC.
Como presidente del senado, en 1947, participó en el juicio político a los
jueces de la Suprema corte de Justicia y en la destitución de los jueces Antonio
Sagarna, Benito Nazar Anchorena y Francisco Ramos Mejía, jueces de la
oligarquía. La defensa del juez Sagarna estuvo a cargo de Alfredo Palacios. En
un entredicho con Quijano, éste niega al diputado socialista ingresar al recinto
y lo obliga a presenciar la sesión desde el palco. La oposición buscó siempre
ridiculizarlo y Américo Ghioldi desde el periódico La Vanguardia, lo apodó
Jazmín, en alusión a su nombre de pila.
En 1947 le fue encomendada la presidencia de la campaña contra el agio, la
especulación y los precios abusivos. En 1952 integró nuevamente la fórmula
encabezada por Perón, ante el histórico renunciamiento de Evita, que triunfó en
los comicios sobre la fórmula radical Balbín-Frondizi. Pero su salud estaba peor
que la de Eva. Murió poco tiempo antes que ella, a los 68 años, el 3 de abril de
1952. Ocurriendo la paradoja, que le tocara a Evita ocupar su lugar en las
ceremonias de asunción del mando.

En las honras fúnebres el ministro del Interior Angel Borlenghi expresó: "Con el
doctor Quijano parten casi setenta años de argentina vivencia, de gaucho sentir.
De cepa criolla... fiel a su destino de criollo, de hombre íntimamente ligado
por su urdimbre temperamental a las cosas de esta tierra, que el quería
entrañablemente." El presidente del Sanado, contraalmirante Tessaire coincidía
al decir: "expresión noble y auténtica de las más puras esencias de nuestra
tierra."

CONCLUSIÓN
La política de pactos, acuerdos y alianzas ha sido una constante en la historia
política argentina. Uno de los más recordados fue el Acuerdo entre Roca, Mitre y
Pellegrini, el mismo consistía en evitar la lucha electoral repartiéndose los
cargos antes del comicio. Contra esa burla a la voluntad popular se levantó la
voz intransigente de Alem, lo que dio origen a la división de la Unión Cívica y
la creación de la Unión Cívica Radical, en
1892.
Otro hecho semejante fue la alianza de los diputados "galeritas" o
antipersonalistas con los conservadores, en contra de los personalistas o
yrigoyenistas, durante el gobierno de Alvear. Esa alianza con los hombres del
régimen "falaz y descreído", Yrigoyen la denominó "contubernio". Estos mismos
hombres luego de la caída del viejo líder, se unirán a los conservadores en la
llamada Concordancia. Triunfaban sólo por el fraude o por la abstención del
radicalismo tradicional. La conducción de Alvear eliminó a los seguidores de
Yrigoyen del partido, y abandonó sus principios. Lo importante era ganar
elecciones y obtener cargos, participar del festín en el que se rifaba la
patria. No todos los radicales quisieron formar parte de esa comparsa, algunos
pretendieron luchar desde adentro, y otros fueron expulsados del partido cuando
participaron del gobierno revolucionario del 43, como fue el caso de Quijano,
Antille, Cooke(p), quienes luego ocuparan distintos cargos en el gobierno de
Perón.
Fueron hombres que no estaban guiados por intereses personales, por la ambición
de los cargos y las prebendas, no fueron fruto de especulaciones partidarias y
componendas, de contubernios como diría Yrigoyen. En la actualidad no se usa ya
la palabra acuerdo, sino consenso, o concertación plural, pero el tema sigue
siendo el mismo: ¿cómo ganar las elecciones? No se busca someterse a la voluntad
soberana, a lo que el pueblo quiera. Se busca por medios artificiales, por
componendas o contubernios lograr el objetivo que todos los que están en la
carrera política quieren: los cargos y en definitiva el poder. Los discursos de
los que tienen posibilidad de triunfar son intercambiables, por eso pueden
formar parte del gobierno, o de las listas de candidatos,  hombres provenientes
de diferentes partidos.
Muy distinta fue la actitud de hombres como Hortencio Quijano, que apoyaron la
formación de un nuevo partido, o movimiento, que muy bien puede considerarse la
continuación del iniciado por Yrigoyen en 1916, expresión de un nacionalismo
popular.
La situación actual nos muestra la disolución de los dos grandes partidos
políticos tradicionales: el radicalismo y el peronismo. Ambos están fragmentados
y realizan diferentes alianzas en que todo está mezclado como el Cambalache de
Discépolo, obra que escribió en plena Década Infame. ¿Quiénes actúan como
concordancistas, quiénes cómo alvearistas? Al que le quepa el sayo que se lo
ponga. Pero los argentinos debemos encontrar un nuevo camino como el que marcó
Forja y José Luis Torres en su momento, y que tuvo en Hortencio Quijano a uno de
sus ejecutores.

(*) Para corrientesaldía.com.ar de Cecilia González Espul; historiadora;
cgespul@yahoo.com.ar; Buenos Aires.

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