El Director Supremo del RÃo de La Plata Gervasio de Posadas dictó el 10 de diciembre de 1814, un decreto fijando los lÃmites de las nuevas Provincias creadas: Entre RÃos y Corrientes. A partir de ese momento, el rÃo Paraná fue el lÃmite oeste de la Provincia de Corrientes y una gran parte del Chaco Central y Austral. Pero desde 1810 los bélicos abipones con frecuencia y sorpresivamente cruzaban el Paraná en numerosas canoas, atacaban las estancias y poblaciones, y luego de jactarlas volvÃan a los bosques chaqueños.
Corrientes y los Tratados con los Caciques Chaqueños
La acción más trascendente y de mejores resultados en el Chaco en éste periodo, se realizó desde la Provincia de Corrientes. Esta ejercÃa cierta jurisdicción sobre la costa chaqueña desde la época hispánica y habÃa gozado de cierta tranquilidad, gracias a la labor de los jesuitas, especialmente desde la reducción de San Fernando del RÃo Negro entre los años 1750 y 1767.
Hacia 1822 la situación se hizo extremadamente grave. El 25 de febrero de ese año, una invasión de aborÃgenes chaqueños efectuada a la altura de Goya, provocó la muerte de 25 soldados, del oficial que los mandaba y de un cierto numero de vecinos La invasión obligó al entonces gobernador coronel Fernández Blanco a salir de campaña. Como la Provincia carecÃa de suficientes medios defensivos y las continuas incursiones provocaban la ruina de los pueblos ribereños, el sacerdote franciscano Francisco de Orellano se ofreció para iniciar tratativas con los caciques y lograr una paz verdadera.
Resultado de estas valiosas gestiones del padre Orellano, fue la paz entre la Provincia de Corrientes y tres caciques chaqueños: Patricio RÃos, Raimundo y José Benavidez, concretada el 4 de junio de 1822, la que inmediatamente fue aprobada por el Cabildo correntino.
Por el tratado firmado, los indÃgenas se comprometÃan a cesar en sus ataques, devolver los cautivos y evitar que otras tribus hostilizasen a los pueblos de la costa correntina. El gobierno de Corrientes por su parte se comprometÃa permitir el regreso al Chaco de todos los aborÃgenes prisioneros en Itatà que deseasen hacerlo y evitar que los pobladores blancos pasasen a territorio chaqueño desde la costa correntina.
Un reconocimiento ordenado por el gobierno de Corrientes posteriormente acerca del compartimento de las tribus chaqueñas, permitió comprobar que estas se mantenÃan en paz y no habÃa indicio alguno de que se aprestasen a reanudar las hostilidades. Esta polÃtica y no de las expediciones de castigo resultó ser las más adecuada para entenderse con los aborÃgenes chaqueños, siempre y cuando las autoridades cumplieren religiosamente con la palabra empeñada, en virtud de que aquellos eran muy sensibles a cualquier alteración de las condiciones establecidas, ya que conservaban desde antaño una profunda desconfianza hacia el hombre blanco.
Lamentablemente fue el propio Gobierno correntino el que se encargaba de violar los acuerdos logrados. Esto provocaba la reacción violenta de los chaqueños hasta que las matanzas y saqueos fueron d tal magnitud que en la propia ciudad de Corrientes cundió la alarma. Hacia 1825 gobernaba la provincia el general Pedro Ferré, quien celebró un nuevo tratado de paz con los caciques chaqueños. En sus puntos fundamentales el tratado establecÃa:
a) Canje de prisioneros y cautivos,b) El abandono por parte de los indÃgenas de todos los lugares que habÃan ocupado en la costa correntina,c) El gobierno correntino reconocÃa a los aborÃgenes el dominio de las tierras que ocupaban en el Chaco y se comprometÃan a vivir en paz, yd) Se permitÃa a los indÃgenas a comerciar sus productos libremente y estos por su parte se comprometÃan a respetar a los blancos que pasasen al Chaco y auxiliar a las expediciones de Corrientes que cruzasen el territorio chaqueño. Gracias a este entendimiento. Corrientes gozó de largos años de tranquilidad y pudo iniciar la explotación de los bosques chaqueños
Fotografias: Familia Fernandez Moro