Los orÃgenes de esta ciudad, la segunda en importancia en la provincia y cabecera del departamento del mismo nombre, se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII y no hubo una fundación precisa.Sin acta de fundación, resulta en cierto modo hipotético lo que de ella se consigne, en cuanto a su origen se refiere.
(*) Indudablemente que existen hechos, personajes y acontecimientos, estrechamente vinculados a los primeros dÃas de esta población que no pueden estar en tela de juicio y su veracidad ya ha sido aceptada en forma irrevocable por la historia de nuestro pueblo, que los ha conocido por la transmisión oral de los mismos, llegando a nuestros dÃas con la confirmación de sucesos reales.
(**) Por disposición del gobernador, don Juan GarcÃa de Cossio, el 29 de agosto de 1771 le fue concedido al portugués don Bernardo de Olivera, nacido alrededor de 1710 en Rañados, Consejo de Medas, Distrito de Guarda; llegado a estas playas en 1743 y casado en la Iglesia de SALADAS (1) por el maestro don José de Casajus el 19 de mayo de 1761, con doña Gregoria de Morales y Alegre, un terreno que habÃa solicitado al Cabildo de Corrientes se le diera en deposito describió como “vaco, yermo y despoblado, para poder criar algunos animales y asà mantener a su crecida familia y que esta en la otra banda que llaman SANTA LUCIA, en la costa del rÃo Paraná, que es lindero al poniente y al este del camino Real que pasa a SANTA FE; al norte, la isla de los MOJONES, que será el fondo dos leguas al sur y la frente del Paraná al camino Real que será como una legua, cuyo terreno estoy presto a poblarlo”.Cinco meses después que Olivera se presento don Francisco Antonio Soto, solicitando el mismo terreno, que el Cabildo le habÃa otorgado a su madre el 22 de abril de 1771. Compareció diciendo: “que en el paraje que llaman los MOJONES, se halla un retazo de campo yermo y despoblado y según dicen realengo, cuyos linderos son: a la parte del este, el camino REAL que va a SANTA FE; a la del poniente, el rÃo Paraná; a la del norte, la isla y estero del MOJON; a la del sur, campos desiertos que van al BATEL”.Es decir, el mismo campo que ya habÃa sido otorgado. El 4 de febrero de 1772 dispuso el Ayuntamiento con las firmas del alcalde de primer voto, don Juan de la Cruz Silva; del de segundo voto, don Silverio de SolÃs y de los regidores don Sebastián de Casajus y don Juan SolÃs que el campo le fuera entregado a SOTO, ordenando don Juan GarcÃa de Cossio al alcalde de la Santa Hermandad, don Tomas Ortiz de Zarate que le diera posesión.Por hallarse impedido este, no pudo cumplir con lo ordenado, haciendo dilatar la entrega que al fin realizo el 7 de junio de 1773, el juez comisionado don Juan José Ocampos dando posesión a don FRANCISCO ANTONIO DE SOTO, ante los testigos don Luis Fabián Ballejos, don Domingo Rolon, don Eugenio Tomas Cabral y don Juan Florencio SolÃs.Al pretender poblarlo y recorrer su extensión, lo encontró a don BERNARDO DE OLIVERA ya establecido en el lugar de estancia sobre la costa del Paraná Mini, quien le solicito permanecer en dicho canto de las tierras. SOTO en principio lo autorizo a quedarse, para no perjudicarlo; pero, al poco tiempo, el 28 de noviembre de 1774, pretendió desalojarlo y solicita a las autoridades que lo obliguen a desocupar el terreno. El teniente de gobernador Cossio ordeno al juez comisionado Ocampos que efectuara el desalojo, pero ante la apelación de OLIVERA, la concedió.Fundamento la misma en los siguientes puntos: primero, que la merced echa a SOTO fue posterior a la suya; segundo, que él fue el primer poblador de la zona, trabajando por limpiar los campos, a riesgo propio y de sus animales del peligro “de los tigres, leones y otras sabandijas”; tercero, manifestó que SOTO era capataz de su cuñado, don Juan Gómez Botello cuando le indico el lugar que debÃa poblar porque se trataba de un sector realengo y cuarto, que tenia derecho a ocupar las tierras pues se hallaba casado con una descendiente de los primeros pobladores y conquistadores de la ciudad.
SOTO insistió, aduciendo la mala fe del portugués y pretendiendo haber valer sus derechos en base al merito de sus antepasados y a los propios, ya que era “natural del reino y Patricio de la ciudad de Corrientes” y recordó lo que mandaba Su Majestad en la Ley 10, titulo 12, libro 4º de la Recopilación de Indias, que “los conquistadores y sus descendientes deben ser preferidos a los que no lo son”; y aunque OLIVERA “se halle casado con mujer noble, de la tierra y benemérita por sus ascendientes, esto no le quita de ser extranjero”, además no ocupo el terreno antes de pasar tres meses de su consentimiento, ni se le dio posesión, como correspondÃa.
El pleito fue largo y ambos contendientes se vieron obligados a nombrar apoderados para su prosecución, SOTO a los capitanes don José Luis de Acosta y don Domingo Rolon y OLIVERA a don Antonio Hidalgo; quienes elevaron nuevos argumentos al cabildo y luego de agotadas las tramitaciones en Corrientes, pasaron a Buenos Aires, donde continuaron las presentaciones y solicitudes hasta que recién, a fines del siglo XVIII, se le dio la razón a SOTO, cuando ya don Francisco Antonio habÃa perdido todo interés en las tierras que no usufructuó y se hallaba radicado en la ciudad, donde desempeño con gran eficiencia varios cargos de cabildante.
Posteriormente hubo otros reclamantes de las tierras, pero OLIVERA siguió en ellas llevando una vida modesta. Aparece en algunas declaraciones administrativas; como deudor de otros pobladores; como circunvecino; o en pequeñas operaciones comerciales; pero siempre con escasa relevancia. Unas veces firmaba con letra dificultosa y otras, manifestó no saber hacerlo.
Al sentirse apurado por SOTO y por Cabral y con perspectivas de ser expulsado en los MOJONES, introdujo clandestinamente a su connacional Poyson y aparentemente, le vendió sus tierras. (2)
Sin embargo, el hábil manejo de los negocios de este ultimo y el contacto con gente de Buenos Aires, le permitió obtener el titulo de propiedad de los bienes sobre el Paraná Mini (3) y lógicamente, autorizo a OLIVERA a permanecer en su estancia.
Para afirmar su derecho al lugar de su estancia o mejor dicho, el de su mujer como descendiente de conquistadores; le dio nombre a su establecimiento con el apodo de GOYA, apodo de su mujer, doña Gregoria de Morales, lo cual cundió en el vecindario rural que lentamente empezaba a poblar el paraje de propietarios tan inciertos.
Por primera vez aparece su nombre en un documento oficial, el 21 de marzo de 1792, al detallarse una carga de cueros a embarcar en el “puerto que llaman de Goya” (4)
Los hijos del matrimonio OLIVERA, todos legÃtimos, formaron sus hogares en predios aledaños al de sus mayores, contribuyendo al afianzamiento de la población.
Al iniciarse el siglo XIX, aquejo a doña Goya una grave dolencia de la que no se recuperarÃa, falleciendo poco después sin haberse percatado que habÃa inmortalizado su nombre al transmitirlo a una localidad laboriosa, culta y progresista de su solar correntino.
Casi inmediatamente de desaparecida la protectora de la familia, culminó las gestiones de desalojo de los SOTO, ahora continuadas por don Juan Francisco; y los OLIVERA, don Bernardo, sus hijos, yernos y nietos debieron desocupar sus fincas del puerto, encontrando refugio en el campo de su antiguo apoderado, don Antonio Hidalgo, sobre arroyo Batelito, a cinco leguas hacia el sudeste del pueblo en paulatina y segura formación.
De esta manera queda categóricamente demostrada la existencia fÃsica y real de doña Gregoria, del más puro linaje criollo correntino; nacida y casada legÃtimamente, madre y abuela, como primera pobladora del paraje de los MOJONES. No se trata de un mito o una leyenda, sino de una verdad tangible y documentada en los repositorios mencionados. Por otra parte, la tradición y el folklore que han recogido su mote en transmisiones verbales de generación en generación, están basados en visos innegables de verosimilitud.
(*) En el presente nadie duda que la “piedra fundamental” de este avecinamiento, ha sido doña Gregoria, mujer que con clara visión del problema de la navegación del rÃo Paraná, única vÃa de comercio en esa época, fue movida por sus inclinaciones mercantilistas, si asà puede llamarse al trueque o cambalache con lo cual se ganaba la vida, asienta su rancho donde su comercio promete auspicioso intercambio; por su situación ventajosa de no estar directamente sobre el rÃo Paraná, sino sobre un brazo del mismo con fácil salida al norte y sur, para las embarcaciones, que no encontraban albergue seguro en las costas paranaenses, en las peligrosas noches estivales de fuertes tormentas y en los dÃas que la navegación de embarcaciones de endeble construcción necesitaban un resguardo seguro, incapaces de capear un vendaval, presunción que al poco tiempo se ve garantizado por el acrecentamiento de su negocio y hoy por la floreciente y prospera ciudad, que tiene por cimiento el “boliche” gaucho de “Ña Goya” como cariñosamente llamaban sus contemporáneos a la criolla.Nacida la ciudad de Goya en forma natural, como nacÃa el indio en el lugar escogido para el alumbramiento, allà donde la naturaleza se mostraba mas prodiga para el vástago; sin partida de nacimiento, hasta sin paternidad reconocida, creciendo como la tala o el salvaje, con la savia vitalizadora del sol y del aire puro de América, fue aumentando y prosperando en poderÃo y prestigio hasta llegar a la adolescencia sin mas documento de identidad que la lanza guerrera empuñada por sus hijos para entrar a tallar con prestigio en el campo polÃtico, social y económico, por la resonancia y magnitud de sus triunfos, repercutiendo en todo el extenso territorio patrio.
(*) Indudablemente que existen hechos, personajes y acontecimientos, estrechamente vinculados a los primeros dÃas de esta población que no pueden estar en tela de juicio y su veracidad ya ha sido aceptada en forma irrevocable por la historia de nuestro pueblo, que los ha conocido por la transmisión oral de los mismos, llegando a nuestros dÃas con la confirmación de sucesos reales.
(**) Por disposición del gobernador, don Juan GarcÃa de Cossio, el 29 de agosto de 1771 le fue concedido al portugués don Bernardo de Olivera, nacido alrededor de 1710 en Rañados, Consejo de Medas, Distrito de Guarda; llegado a estas playas en 1743 y casado en la Iglesia de SALADAS (1) por el maestro don José de Casajus el 19 de mayo de 1761, con doña Gregoria de Morales y Alegre, un terreno que habÃa solicitado al Cabildo de Corrientes se le diera en deposito describió como “vaco, yermo y despoblado, para poder criar algunos animales y asà mantener a su crecida familia y que esta en la otra banda que llaman SANTA LUCIA, en la costa del rÃo Paraná, que es lindero al poniente y al este del camino Real que pasa a SANTA FE; al norte, la isla de los MOJONES, que será el fondo dos leguas al sur y la frente del Paraná al camino Real que será como una legua, cuyo terreno estoy presto a poblarlo”.Cinco meses después que Olivera se presento don Francisco Antonio Soto, solicitando el mismo terreno, que el Cabildo le habÃa otorgado a su madre el 22 de abril de 1771. Compareció diciendo: “que en el paraje que llaman los MOJONES, se halla un retazo de campo yermo y despoblado y según dicen realengo, cuyos linderos son: a la parte del este, el camino REAL que va a SANTA FE; a la del poniente, el rÃo Paraná; a la del norte, la isla y estero del MOJON; a la del sur, campos desiertos que van al BATEL”.Es decir, el mismo campo que ya habÃa sido otorgado. El 4 de febrero de 1772 dispuso el Ayuntamiento con las firmas del alcalde de primer voto, don Juan de la Cruz Silva; del de segundo voto, don Silverio de SolÃs y de los regidores don Sebastián de Casajus y don Juan SolÃs que el campo le fuera entregado a SOTO, ordenando don Juan GarcÃa de Cossio al alcalde de la Santa Hermandad, don Tomas Ortiz de Zarate que le diera posesión.Por hallarse impedido este, no pudo cumplir con lo ordenado, haciendo dilatar la entrega que al fin realizo el 7 de junio de 1773, el juez comisionado don Juan José Ocampos dando posesión a don FRANCISCO ANTONIO DE SOTO, ante los testigos don Luis Fabián Ballejos, don Domingo Rolon, don Eugenio Tomas Cabral y don Juan Florencio SolÃs.Al pretender poblarlo y recorrer su extensión, lo encontró a don BERNARDO DE OLIVERA ya establecido en el lugar de estancia sobre la costa del Paraná Mini, quien le solicito permanecer en dicho canto de las tierras. SOTO en principio lo autorizo a quedarse, para no perjudicarlo; pero, al poco tiempo, el 28 de noviembre de 1774, pretendió desalojarlo y solicita a las autoridades que lo obliguen a desocupar el terreno. El teniente de gobernador Cossio ordeno al juez comisionado Ocampos que efectuara el desalojo, pero ante la apelación de OLIVERA, la concedió.Fundamento la misma en los siguientes puntos: primero, que la merced echa a SOTO fue posterior a la suya; segundo, que él fue el primer poblador de la zona, trabajando por limpiar los campos, a riesgo propio y de sus animales del peligro “de los tigres, leones y otras sabandijas”; tercero, manifestó que SOTO era capataz de su cuñado, don Juan Gómez Botello cuando le indico el lugar que debÃa poblar porque se trataba de un sector realengo y cuarto, que tenia derecho a ocupar las tierras pues se hallaba casado con una descendiente de los primeros pobladores y conquistadores de la ciudad.
SOTO insistió, aduciendo la mala fe del portugués y pretendiendo haber valer sus derechos en base al merito de sus antepasados y a los propios, ya que era “natural del reino y Patricio de la ciudad de Corrientes” y recordó lo que mandaba Su Majestad en la Ley 10, titulo 12, libro 4º de la Recopilación de Indias, que “los conquistadores y sus descendientes deben ser preferidos a los que no lo son”; y aunque OLIVERA “se halle casado con mujer noble, de la tierra y benemérita por sus ascendientes, esto no le quita de ser extranjero”, además no ocupo el terreno antes de pasar tres meses de su consentimiento, ni se le dio posesión, como correspondÃa.
El pleito fue largo y ambos contendientes se vieron obligados a nombrar apoderados para su prosecución, SOTO a los capitanes don José Luis de Acosta y don Domingo Rolon y OLIVERA a don Antonio Hidalgo; quienes elevaron nuevos argumentos al cabildo y luego de agotadas las tramitaciones en Corrientes, pasaron a Buenos Aires, donde continuaron las presentaciones y solicitudes hasta que recién, a fines del siglo XVIII, se le dio la razón a SOTO, cuando ya don Francisco Antonio habÃa perdido todo interés en las tierras que no usufructuó y se hallaba radicado en la ciudad, donde desempeño con gran eficiencia varios cargos de cabildante.
Posteriormente hubo otros reclamantes de las tierras, pero OLIVERA siguió en ellas llevando una vida modesta. Aparece en algunas declaraciones administrativas; como deudor de otros pobladores; como circunvecino; o en pequeñas operaciones comerciales; pero siempre con escasa relevancia. Unas veces firmaba con letra dificultosa y otras, manifestó no saber hacerlo.
Al sentirse apurado por SOTO y por Cabral y con perspectivas de ser expulsado en los MOJONES, introdujo clandestinamente a su connacional Poyson y aparentemente, le vendió sus tierras. (2)
Sin embargo, el hábil manejo de los negocios de este ultimo y el contacto con gente de Buenos Aires, le permitió obtener el titulo de propiedad de los bienes sobre el Paraná Mini (3) y lógicamente, autorizo a OLIVERA a permanecer en su estancia.
Para afirmar su derecho al lugar de su estancia o mejor dicho, el de su mujer como descendiente de conquistadores; le dio nombre a su establecimiento con el apodo de GOYA, apodo de su mujer, doña Gregoria de Morales, lo cual cundió en el vecindario rural que lentamente empezaba a poblar el paraje de propietarios tan inciertos.
Por primera vez aparece su nombre en un documento oficial, el 21 de marzo de 1792, al detallarse una carga de cueros a embarcar en el “puerto que llaman de Goya” (4)
Los hijos del matrimonio OLIVERA, todos legÃtimos, formaron sus hogares en predios aledaños al de sus mayores, contribuyendo al afianzamiento de la población.
Al iniciarse el siglo XIX, aquejo a doña Goya una grave dolencia de la que no se recuperarÃa, falleciendo poco después sin haberse percatado que habÃa inmortalizado su nombre al transmitirlo a una localidad laboriosa, culta y progresista de su solar correntino.
Casi inmediatamente de desaparecida la protectora de la familia, culminó las gestiones de desalojo de los SOTO, ahora continuadas por don Juan Francisco; y los OLIVERA, don Bernardo, sus hijos, yernos y nietos debieron desocupar sus fincas del puerto, encontrando refugio en el campo de su antiguo apoderado, don Antonio Hidalgo, sobre arroyo Batelito, a cinco leguas hacia el sudeste del pueblo en paulatina y segura formación.
De esta manera queda categóricamente demostrada la existencia fÃsica y real de doña Gregoria, del más puro linaje criollo correntino; nacida y casada legÃtimamente, madre y abuela, como primera pobladora del paraje de los MOJONES. No se trata de un mito o una leyenda, sino de una verdad tangible y documentada en los repositorios mencionados. Por otra parte, la tradición y el folklore que han recogido su mote en transmisiones verbales de generación en generación, están basados en visos innegables de verosimilitud.
(*) En el presente nadie duda que la “piedra fundamental” de este avecinamiento, ha sido doña Gregoria, mujer que con clara visión del problema de la navegación del rÃo Paraná, única vÃa de comercio en esa época, fue movida por sus inclinaciones mercantilistas, si asà puede llamarse al trueque o cambalache con lo cual se ganaba la vida, asienta su rancho donde su comercio promete auspicioso intercambio; por su situación ventajosa de no estar directamente sobre el rÃo Paraná, sino sobre un brazo del mismo con fácil salida al norte y sur, para las embarcaciones, que no encontraban albergue seguro en las costas paranaenses, en las peligrosas noches estivales de fuertes tormentas y en los dÃas que la navegación de embarcaciones de endeble construcción necesitaban un resguardo seguro, incapaces de capear un vendaval, presunción que al poco tiempo se ve garantizado por el acrecentamiento de su negocio y hoy por la floreciente y prospera ciudad, que tiene por cimiento el “boliche” gaucho de “Ña Goya” como cariñosamente llamaban sus contemporáneos a la criolla.Nacida la ciudad de Goya en forma natural, como nacÃa el indio en el lugar escogido para el alumbramiento, allà donde la naturaleza se mostraba mas prodiga para el vástago; sin partida de nacimiento, hasta sin paternidad reconocida, creciendo como la tala o el salvaje, con la savia vitalizadora del sol y del aire puro de América, fue aumentando y prosperando en poderÃo y prestigio hasta llegar a la adolescencia sin mas documento de identidad que la lanza guerrera empuñada por sus hijos para entrar a tallar con prestigio en el campo polÃtico, social y económico, por la resonancia y magnitud de sus triunfos, repercutiendo en todo el extenso territorio patrio.
Etiquetas
Origenes de Goya
Familia Baries/Bary/Bareiss
ResponderEliminarquisiera solicitar informacion u orientacion para ubicar datos genealogicos de las familias asentadas en Colonia Progreso ,Familias de Henri Baries/Bary y Barbara Walz o Vaals , procedentes del Havre Francia en 1888/89 .Luego se trasladaron a Tacuarendi en Sta Fe ,con familias Van de Welde , Feck ,van Welle ,Hengem ,etc .Tambien de las familias Ortiz , Casco y Escobar de Colonia Carolina ,Goya .
Gracias por su ayuda .Pueden contactarse al email glionti@gmail.com
Buenos Aires - Argentina